A veces cuando muere la tarde,
y se va diluyendo el turquesa de los cielos,
al poco salen las estrellas.
Comienza a manar el rocío sobre las flores
que se solazan en su caricia,
para al relucir frescas y lozanas, al nuevo día,
y recibir el cálido beso del sol,
siento que todo lo que me rodea
ha nacido del amor,
por amor, o en amor...
¡Es tan evidente!
Maschando una mirada al mundo
que habito.
Hay tanto y tanto sin sentido, que no logro,
ni jamás lograré comprender.
A menudo me pregunto... ¿Por qué tantos
y tantos la habrán emprendido, a golpes, traiciones,
a desprecios, insultos y olvidos
contra el AMOR?
Si él es un ente tan grato, positivo
amigo de complacer, contagioso,
que gusta de acariciar,
de dar y recibir, de besar, abrazar y proteger.
Estrechar lazos, tener descendencia,
agruparse en familia
y caminar juntos.
Crear futuro,
abrirse a nuevas vías
de expansión
y dotar a todos los pobladores
de la morada terrenal
de majestuosos
ventanales a la incuestionable magia
de amar, ser querido y protegido.
¡Venerado!.
¡Ay! Saber que tan sublime sentimiento,
tiene grandes detractores y enemigos
y alguno puede, en su constante intento,
llegar a ser letal, si Tú no lo impides.
Solo de pensar en que alguien o algo
pueda poner término a su existencia,
tan amante, cálida, dulce, grata
e imprescindible...
Hoy, desde esta morada, renuevo mis votos,
para que nunca jamás
nada ni nadie alcance a dañarle.
te lo suplico, Padrecito bueno,
a Ti que todo lo puedes,
y lo hago como Tú deseas,
en el nombre de tu bendito hijo,
Protege al AMOR,
no permitas que le hagan daño,
sea maltratado o pongan fin a su existencia.
Si él se alejase de mi vida,
Si tal aconteciese...
moriría de desilusión, tristeza y soledad.
Qué árida, seca y vasta estepa, desolada
sin una sola flor,
sería, la vida, sin amor, sin su música,
sin ese su canto dulce y alegre de pajarillo,
sin esa belleza y perfume de floresta,
sin esos ojos tiernos ,que dan vida a la risa
y llanto de todo ser nato.
Te lo imploro Señor
haz que jamás , nada, ni nadie,
consiga darle muerte.
Sin él,
todo finalizaría.
Se marchitaría la ilusión, la belleza,
el esplendor de cada destello solar,
la ambrosía, vuelo y dulzura
de la música
el hechizo de su luz, color,
y magia...
Ten piedad Padre, de él,
también de mí, de todos nosotros,
de esos otros, extrañamente, llamados
humanos,
del cielo, las aguas, la tierra.
y de su fauna y flora.