Hay ojos hechos a la rudeza y monotonía
del gris
corazones dados al sufrimiento y la soledad
almas de sentir indiferente.
Hay silencio, vacío y siempre
un gran muro ante sus ojos,
caminan y caminan
van y vienen
y jamás se cruza en su senda
la sonrisa cálida de alguien
un decir amable y cordial
una mirada llena de limpios azules.
No escuchan trinos, ni contemplan praderas floridas,
prados esmeralda, valles, montañas
mares, océanos y ríos
caricia de olas.
No dan nada y nada reciben
risas y besos
promesas.
Son tan ¡tan altos esos muros
que han levantado!
que jamás alcanzarán a ver
un amanecer radiante
o, a sentir sobre su piel
la caricia de los rayos del sol.
Viven privados de contemplar la inmensidad
del arco iris
de la maravilla de una puesta de sol.
Estan condenados a no sentir la delicia
reconfortante del rocío
sobre su alma de pétalos ajados y resecos.
Ignorando que si derribasen el muro
la luz entraría a raudales en sus vidas
y...
Podrían recibir, dar,
escuchar,
musitar, exclamar, susurrar
loar. ¡Llorar de gratitud!,
postrarse, dar gracias
sentir y ver.